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No se gana la confianza de un pueblo con promesas, sino con hechos y realidades Un tábano llamado Penalva

    • News Commentary

Las revoluciones populares no son una empresa fácil, son duras, llenas de adversidades y con una oposición irreconciliable. El caso argentino corre riesgo de servir de base para su extensión a otros países de la región como Chile, fruto de una dirección política enajenada de las realidades vitales de las y los ciudadanos que dicen representar y de las clases populares en particular, sin más horizonte de que el de la pobreza extrema y, en muchas ocasiones, de una izquierda cuyo único capital político es la apelación a una ultraderecha originándose una suerte de antagonismo simbiótico que se retroalimenta, y una ciudadanía harta de no disponer de otro horizonte que el de la extrema necesesidad y la precariedad, dispuesta a optar por cualquier alternativa ante una neo-izquierda incapaz de dar soluciones reales a su pueblo y un conglomerado de medios de comunicación dispuestos a dar soporte a los nuevos liderazgos de la derechita punk.

 

Una revolución que toma de verdad el poder no entiende ni de ladrones, ni de traidores, ni intervencionistas. Los revolucionarios no rendimos, ni entregamos banderas.

Las revoluciones populares no son una empresa fácil, son duras, llenas de adversidades y con una oposición irreconciliable. El caso argentino corre riesgo de servir de base para su extensión a otros países de la región como Chile, fruto de una dirección política enajenada de las realidades vitales de las y los ciudadanos que dicen representar y de las clases populares en particular, sin más horizonte de que el de la pobreza extrema y, en muchas ocasiones, de una izquierda cuyo único capital político es la apelación a una ultraderecha originándose una suerte de antagonismo simbiótico que se retroalimenta, y una ciudadanía harta de no disponer de otro horizonte que el de la extrema necesesidad y la precariedad, dispuesta a optar por cualquier alternativa ante una neo-izquierda incapaz de dar soluciones reales a su pueblo y un conglomerado de medios de comunicación dispuestos a dar soporte a los nuevos liderazgos de la derechita punk.

 

Una revolución que toma de verdad el poder no entiende ni de ladrones, ni de traidores, ni intervencionistas. Los revolucionarios no rendimos, ni entregamos banderas.

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