Hay momentos en la historia de una banda en la que todo se alinea para conseguir un clásico. En 1973, todos los astros (y la luna, por supuesto) parecieron conspirar para que Pink Floyd entregara uno de los discos más míticos e inspiradores que se han hecho. Un trabajo conceptual sobre las angustias de la vida contemporánea que sigue vigente gracias a las poderosas letras de Roger Waters y a un trabajo musical mucho más directo. Una serie de composiciones menos centradas en largos desarrollos, aunque con canciones tan intrincadas (marca personal de la banda) como “Us and Them”, así como episodios de música experimental y efectos de sonido de la vida diaria, como las cajas registradoras de la inolvidable “Money” o el collage sónico de “Speak to Me”. La aportación espectral de Alan Parsons como ingeniero de sonido redondea el concepto de un álbum que propulsó la música en múltiples direcciones, como la luz en el prisma de la icónica portada.